El Casco Antiguo de Vitoria-Gasteiz: de una experiencia modélica
a la antesala de un posible fracaso
Agustín Azkárate Garai-Olaun
Voy a hablar muy brevemente sobre la experiencia de la ciudad de Vitoria-Gasteiz, advirtiendo,
no obstante, que existen personas mucho más cualificadas que yo para hacer un
análisis preciso de lo que está aconteciendo en aquella ciudad. Si he aceptado esta invitación
ha sido por el firme compromiso que, tanto yo mismo como el Grupo de Investigación
interdisciplinar que dirijo, hemos adquirido públicamente con la recuperación de un Casco
Antiguo que, como veremos, no consigue despegar del todo. Este compromiso nace, de
modo estable, hace casi diez años en el contexto de las intervenciones que, desde entonces,
vienen realizándose en la vieja catedral de Santa María, enclavada en el corazón mismo
de la vieja ciudad.
Mi intervención podrá parecer pesimista y desesperanzada y temo que no les vaya a gustar,
como tampoco gusta en determinados círculos de nuestra propia ciudad. Esta actitud desesperanzada nace probablemente de la perplejidad que me produce el escaso resultado obtenido tras largos años de esfuerzos en los que parecíamos contar con un espléndido guión ejecutado metódicamente. Con todo a favor en teoría, en la práctica no estamos obteniendo los resultados esperados. En Vitoria se está produciendo un notorio desencuentro entre lo que se siembra y lo que se cosecha, entre lo que se cree que ocurre y lo que sucede en realidad.
Nuestra ciudad acostumbra a aparecer encaramada en los primeros lugares de los rankings
de sostenibilidad, calidad de vida, etc.. Y ello está produciendo, tanto en los representantes
institucionales como en la propia ciudadanía, una autocomplacencia peligrosa por sus
posibles efectos soporíferos y paralizantes. Las páginas webs que pueden consultarse son
un ejemplo de ello.
Hay que reconocer, no obstante, que los datos que se barajan admiten poca discusión.
En relación con su Casco Antiguo, Vitoria posee uno de los primeros Planes Especiales
de Rehabilitación Integral. Redactado en 1982 (han transcurrido, por tanto, 22 años) fue
pionero a nivel nacional. Este PERI ha sido recientemente objeto de una profunda revisión
y reactualización, dotándose de los más modernos sistemas de gestión (magnífico GIS). Las
inversiones (tanto públicas como privadas) realizadas entre 1983 y 2001 han alcanzado
prácticamente los 20 mil millones de pesetas. La revisión del PERI prevé nuevas inversiones
entre 2002 y 2010 cercanas a otros 17 mil millones de pesetas más. Son, como se ve, cifras
muy importantes.
La vieja catedral de Santa María y su entorno están siendo objeto de una profunda intervención
que se inició en 1994 y finalizará en el 2010. El Plan Director y su ejecución está recibiendo el reconocimiento nacional e internacional y, lo que es más importante, el apoyo
masivo de la ciudadanía. Recientemente hemos iniciado también un ambicioso proyecto
de recuperación de las primitivas murallas del siglo XI que, aunque les parezca increíble,
eran desconocidas para la mayoría de los habitantes de la ciudad. Me hubiera gustado
hablarles de todo ello, pero no lo haré por no ser éste el objeto de la mesa de trabajo en
la que estamos.
Lo que quiero transmitirles ahora -en el breve marco que se nos permite- es que, a pesar
de todo ello, la recuperación del Casco Antiguo sigue siendo una asignatura pendiente
en nuestra ciudad. Puede decirse que su recuperación integral, a fecha de hoy, constituye
un doloroso fracaso, especialmente doloroso porque han sido buenas las propuestas ejecutadas, muchos los dineros invertidos, muchas las iniciativas y las ilusiones depositadas. Entonces ¿qué ha ocurrido, o qué está ocurriendo?
Para responder a esta pregunta, se acostumbra a buscar la causa de esta situación en la
conjunción de diversos factores: 1º. Se suelen mencionar, en primer lugar, la configuración
orográfica de la primitiva ciudad, situada sobre una colina, y los problemas de accesibilidad
que de esta ubicación se derivan. Es lo que un catedrático de Historia Contemporánea
de nuestra universidad ha calificado recientemente como “el mal de altura”. 2º. Se hace
referencia, en segundo lugar, a la apropiación de algunas calles del Casco por parte de diversas
tribus urbanas, tanto sociopolíticas como generacionales. Es este el chivo expiatorio
preferido por muchos: abundancia de bares nocturnos, trapicheos y radicalidad política. 3º. En tercer lugar, es común también hacer mención a la “guetización” de algunas zonas del Casco, ocupadas masivamente por una población inmigrante de origen preferentemente magrebí.
Ninguna de las tres razones esgrimidas desde el conformismo imperante nos parece, sin
embargo, definitiva. Los Centros Históricos de Bilbao, San Sebastián o Pamplona, por citar
únicamente las capitales más próximas poseen un dinamismo y una vida que no se aprecia
todavía en Vitoria. Pasear por las Siete Calles de Bilbao, “ir de pinchos” por los abarrotados
bares de la Parte Vieja donostiarra produce una sensación que no tenemos quienes paseamos
por el Casco Antiguo vitoriano. Las dificultades orográficas que presenta este último no
dejan de ser una excusa difícilmente objetivable, si tenemos en cuenta que apenas son 25
los metros que la colina se sobreeleva sobre el llano que la rodea. Existen, además, numerosos
ejemplos de ciudades con centros históricos encaramados en lo alto, sin que ello haya
supuesto un handicap insuperable para su recuperación integral.
Debe existir, por lo tanto, alguna otra razón, o quizá más de una. En cualquier caso, las
más importantes tienen que ver, sin duda, con el tema que aborda esta mesa, porque constituyen
factores de carácter sociológico.
Digámoslo claramente: el Casco Antiguo de Vitoria no resulta atractivo a los habitantes de
la ciudad. Como espacio habitable carece de credibilidad. Muy pocos apostamos sinceramente
por su futuro. ¿Es ello debido a factores endógenos o exógenos al propio barrio?
Resumamos brevemente su perfil sociodemográfico, sus sombras y sus luces.
a) Comencemos por las primeras. Durante los últimos años, la población del Casco Antiguo
ha pasado de 16.000 habitantes a los 9.594 que poseía en 1999. El porcentaje de personas
mayores de 65 años representa el 20,6% mientras que en el resto de la ciudad es del
14,1%. La población extranjera alcanza un 6% frente al 2% del resto de la ciudad (datos
de hace 5 años; en la actualidad los porcentajes serán mayores).
El nivel de instrucción es más bajo que en el resto de la ciudad. La mayoría de la población
pertenece a una clase trabajadora de mediana o baja cualificación. Solamente un 10%
pertenece a sectores de profesiones superiores. La tasa de desempleo (2000) se situaba en
un 15% frente al 8% del resto de la ciudad. El 7% de la población recibe el IMI o Ingreso
Mínimo de Inserción, mientras que en el resto de la ciudad no llega al 1%. Puede decirse,
pues, que nos encontramos ante una población con bajo poder adquisitivo y con un porcentaje superior –respecto del resto de la ciudad- de personas mayores, desempleadas e
inmigrantes.
b) Junto a estos datos, el barrio posee, sin embargo, otros rasgos sumamente interesantes
y esperanzadores. Aunque el porcentaje de población en edad avanzada sea mayor en el
Casco Antiguo, la tasa de envejecimiento es notablemente inferior al del resto de la ciudad.
Ello es debido, en parte, a la paulatina afluencia de gente joven (en estos momentos, un
tercio de la población tiene entre 25 y 39 años) y a una tasa de fecundidad superior a la
del resto de la ciudad.
Existe otro dato sumamente significativo: la voluntad por vivir en el centro histórico como
opción libremente asumida. Frente a un 39% que dice vivir en el barrio por cuestiones económicas (menor precio de las viviendas), un 22% dice hacerlo por la calidad de vida, un
12% por el dinamismo del entramado social y un 11% por al ambiente. Es decir, un 43%
opta por vivir y quedarse voluntariamente en la Parte Vieja. Estos datos parecen confirmarse
en los censos de población más reciente. Mientras que, en el año 2000, 747 residentes
abandonaron el barrio para trasladarse a otras zonas de la ciudad, en el mismo periodo
fueron 754 personas las que decidieron elegir el Casco como nuevo lugar de residencia.
Hay finalmente un apunte más, de la máxima relevancia: el fuerte peso del asociacionismo.
Existen cuatro asociaciones de comerciantes organizados por calles que se han federado en
una Asociación Común. Las Asociaciones Culturales son numerosas y se aglutinan en torno
al maquetismo, camino de Santiago, ecologismo, comics, danzas, etc. Es en el asociacionismo
vecinal en el que existen problemas, aunque no por su ausencia sino precisamente por lo contrario. Son varias las asociaciones que pugnan por alzarse con la representatividad de sus vecinos.
Y volvemos a preguntarnos: ¿Qué ocurre entonces? Si las inversiones son muy importantes,
si la población se rejuvenece y si los movimientos sociales son esperanzadores, ¿por qué el
Casco no resurge con la fuerza que se merece? Hay que decir rotundamente que existe un
grave problema de credibilidad, de fe en el proyecto, tanto entre los habitantes del propio
barrio como en el resto de la ciudad. Analicemos sus causas por separado.
Respecto al barrio. El problema fundamental es la ausencia de participación ciudadana en
la toma de decisiones. Vitoria constituye un perfecto ejemplo de fracaso de los enfoques
dirigistas, organizados “desde arriba hacia abajo”, potenciado por una excesiva distancia
(desconfianza) entre los representantes institucionales y los habitantes del barrio.
No habría que olvidar tampoco la desproporción existente entre el esfuerzo dedicado a
la diagnosis e intervención y los efectos sobre la vida cotidiana de sus habitantes. Existe,
en definitiva, la sensación de que el Casco Antiguo interesa a especialistas, clases cultas y
visitantes por su valor patrimonial y monumental, sin convertirlo sin embargo en un espacio
de sociabilidad atractivo para sus residentes.
Respecto al resto de la ciudad el fracaso es mayor aún, si cabe. En Vitoria existe una psicología
colectiva típica de las pequeñas capitales de provincia, aunque nuestra ciudad haya
triplicado su población en los últimos 25 años. Una psicología clasista, burguesa, que privilegia
el ensanche decimonónico y las modernas urbanizaciones anglosajones de la periferia
en detrimento de los cinturones industriales de los años 60 y 70 y, sobre todo, del Casco
Antiguo, convertido en el último peldaño del escalafón social, en la nueva “periferia”. Esta
mentalidad, muy interiorizada en el “vtv” (vitoriano de toda la vida), conduce al rechazo de
las clases medias no ya a vivir en el Casco, sino incluso a pasear por él. Ante esta situación,
es necesario tomar algunas medidas urgentes.
Una primera orientada hacia el interior del barrio, fomentando la participación de sus habitantes de varias maneras: a) potenciando los movimientos asociacionistas en lugar de desconfiar de ellos; b) favoreciendo la presencia de las organizaciones vecinales en los órganos de decisión no políticos (Fundaciones, Institutos, etc.). Se trata, en definitiva de impulsar lo que se denomina en fechas recientes con el anglicismo “empoderamiento” (Empowerment), entendiendo por tal la coparticipación del poder o la capacidad para influir en él.
Una segunda, orientada al conjunto de la ciudad, con el objeto de prestigiar el Casco Antiguo.
Yo no sé si la “gentrificación” (Gentrification) de los Cascos Antiguos (otro anglicismo
= elitización/elevación del status) es buena o no. Pienso que, en cierta medida, podría ser
interesante (aunque haya estudios que denuncian sus efectos perniciosos). Pero se dé ésta o no, el Ayuntamiento debería, entre otras cosas, crear infraestructuras de prestigio, celebrar
los actos oficiales y culturales en el corazón de la ciudad, financiar campañas de concienciación ciudadana.
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